viernes, 31 de octubre de 2014

Como ponchos en verano

Recuerdo aquella vez que te miré, 
que te miré realmente.
Era una tarde de finales de primavera
y te preparabas para marcharte a no sé qué lugar.
Yo te observaba ir y venir desde el sofá
y me sorprendió que no había en ti ni rastro del hechizo que solía ocultarte.
Tú te diste cuenta al instante
y yo me di cuenta de que te habías dado cuenta,
porque tu rostro descompuesto por el miedo,
era prácticamente un reflejo del mío.
Pero ninguno de los dos dijo nada y tú te fuiste,
supongo que con ella,
o con alguno de tus amigos borrachos,
y yo me quedé allí pensando,
pensando por qué a pesar de todo me quedaba.


miércoles, 29 de octubre de 2014

Asesinos

Tú debes entenderme bien,
porque tú también mataste a alguien,
la mataste  hace mil vidas
pero lo hiciste
y los asesinos tienen el poder de reconocerse.
Reconoces ese pasar por la vida,
como de costado,
y esa mueca indescifrable para el ignorante,
tan amargamente familiar entre nosotros.
Ese rato de euforia incontrolable,
ese silencio que dice mas de ti que cualquier cosa
y ese amor que es puro llanto y cenizas
y a la vez la nada más absoluta. 



domingo, 26 de octubre de 2014

Subtonos difusos

Quizás lo que más me jode de toda nuestra historia,
es que nunca supiste verme sin visillos,
me mirabas con los ojos achinados,
como yo cuando me quito las lentillas
y el mundo adquiere subtonos difusos. 



sábado, 25 de octubre de 2014

Mierdas habituales

Los que no viajan,
los que se estancan,
los que miran siempre al mismo objetivo,
con la magnificencia de la mueca ensayada mil veces.
El estatus de lo inamovible,
la falsa fuerza de los que portan caretas,
la amistad con enredaderas,
el amor cobarde,
el sexo embadurnado en mentiras,
los eternos derrotados,
los orgasmos obtenidos con miserias,
la admiración fingida,
el regodeo ególatra,
la displicencia ante lo ajeno,
los mesías aleccionadores,
las aguas fecales de la burguesía,
el perdón a destiempo, 
la desaparición cobarde.


domingo, 12 de octubre de 2014

Patria

Últimamente nada te consuela,
ni siquiera la visión del atardecer en el Ebro.
Sueñas con risas familiares,
rostros que nunca han dejado de perseguirte,
con vientres maternos vacíos y desgarrados.
Tú que siempre fuiste una sin patria, 
echas de menos la tuya.
La casa donde te criaste,
la voz aguda de tu madre martilleandote las sienes,
los domingos de Formula 1,
el sonido de los pasos de tu abuela en la escalera.
Te das cuenta de que las patrias no son eternas y eso asusta,
asusta tanto que te esfuerzas por aprender a ignorarlo,
como ya aprendiste a ignorar tantos otros miedos,
como ignoras su presencia en los espejos
y los rastros de quimera tras de ti.