martes, 16 de junio de 2015

Tintes ajados

No me gusta la amistad desaforada,
las promesas estúpidas
ni las declaraciones de amor de borrachera.
Me gusta que me despiertes de madrugada,
para pasarme un documental,
y cagarme en tus muertos mientras sonrío
y dormirme pensando en lo tonta que eres,
en lo tontas que somos cuando estamos juntas. 
Me gusta ir de concierto contigo
y sentir que no toco el suelo de tanto saltar
y olvidarme de cómo suelo ser,
de cómo creen que soy
y solamente ser.
Me gusta decir sandeces y que las encuentres brillantes
y que confíes más que yo en ver mi foto en la solapa de un libro
y que veas valentía en mi falta de prudencia
y no te enfades cuando me paso de sincera
y no enfadarme cuando tú haces lo mismo. 
Me gusta chocar tu mano y creernos eternas
y no tener que despedirnos,
porque decir que estamos cerca es poco,
y sentirte lejos imposible.



El virus

No esperaba encontrarte y me encontraste,
te metiste dentro de mí cual cocaína,
me mirabas con los ojos cargados de preguntas
y yo sin saber qué hacer, si contestarte.
Como un virus, me duele la barriga
y cada vez que voy al vater te recuerdo, 
pero también te recuerdo cada noche
y no puedo dormirme sin tocarme.
Que es verdad que suceden estas cosas
y los estudios científicos lo abalan 
pero es que yo no quiero ya más dramas,
que morirme contigo si te matas,
cantado en la ducha y con salero,
no te digo yo que no me guste,
pero más mola vivir sin las diarreas
y comer con apetito a todas horas
y poder dormitar cual oso pardo
y pasear con vaivén despreocupado,
sin volver constantemente la cabeza. 


jueves, 11 de junio de 2015

El día de la música

Y llegó el día del impacto, 
tu lengua recorriendo mi boca,
un chute de energía, 
como devorar un kebab con resaca.
Los vítores de los extraños,
la felicidad gritando amnistía desde mi estomago.
Conocer tus sabanas 
y la falta de miedo a las palabras.
Volver a creer en mis alas,
sentirlas más desplegadas que nunca.
Correr, correr, correr,
correr sin sentir que nadie te persigue,
simplemente por placer.
Reír a carcajadas como una estúpida
y discutir a bocajarro sin temor a que desaparezcas. 
Hacerme pequeñita cuando quiero
y volverme una gigante cuando me da la gana,
sin que te cuestiones cual de las dos es la auténtica.
Quererte con las mismas fuerzas con las que llegué a odiarme
y descubrir por primera vez el significado de la palabra familia. 



martes, 9 de junio de 2015

Mirada de Lucille Ball

La distingue como si estuviera programado para ello,
camina sin destino y él la observa
la fuerza que desprende sin siquiera saberlo,
la constante lucha interna que solo él conoce,
la mirada de Lucille Ball a la que tardó en acostumbrarse,
la aleatoria manera de entregarlo todo
y después marcharse.
Su "Deberías dejar de fumar"
mientras le pasa el cigarrillo y se pone las bragas.
La conoce más que cualquiera,
y no tanto como le gustaría.
Respeta a la perra apaleada que es
sin cuestionar su pedigree en ningún momento
y ella lo agradece abriendo sus piernas y cerrando los ojos,
cerrando los ojos y abriendo las piernas. 



Retratos I

Sus balanceos de niño revoltoso,
con las manos en los bolsillos,
y la sonrisa tímida en el rostro sonrojado,
disimulado por los rayos del Sol. 
Su voz de persona importante,
que le fue otorgada sin permiso
y aprovecha con sus aires de galán inseguro.
Su manera de correr cuando todo el mundo mira,
que contrasta con su pose de barco varado que pocos conocen.
Sus patas de gallo y sus ojos vulgares, 
que pueden llegar a  dar tanto miedo como frío. 
Sus manos, tan rudas que no parecen corresponderle
y que siempre te avisan aunque nunca hagas caso:
"Vete en cuanto puedas y no dejes de olvidar".





lunes, 1 de junio de 2015

Lo que me gustaría haber sabido

Deberían enseñarnos que no hay que esperar a que te quieran,
ni tampoco esperar a que nazcan sentimientos
y prometer universos incontables
a quien definitivamente no quieres que cuente contigo.
Deberían enseñarnos que el amor no es sentirte un estropajo viejo,
que sueña con rozar cristales de swarovski,
y debería estar prohibido escribir poemas reverenciales,
que solo darán vergüenza en un futuro.
Deberían explicarnos cómo ser nuestro propio paracaídas,
y que no podemos ser el cielo para todo el mundo, 
ni si quiera la Luna que lo ilumine por las noches. 
Que las mariposas son insectos que solo viven unos meses,
y  nunca nadie ha vista una en una tripa,
como tampoco han vuelto a ver a aquel ingenuo,
que pensó que al saltar ellas le alzarían.